Ciudad Lineal

Más que un concepto urbanístico, un estilo de vida

El Redil

20 febrero 2021 | El Proyecto, Investigación | 4 Comentarios

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Artículo de:
David Miguel Sánchez Fernández
David Miguel Sánchez Fernández, apasionado de la historia, más en concreto la de Madrid sobre la que ha escrito varios libros y artículos.

Tal vez, el haber crecido entre las ruinas de la Ciudad Lineal, fue el motivo que le impulsó a indagar en archivos y bibliotecas y, tras años de investigación reconstruir parte del gran puzle lineal y publicar “Un paseo por la Ciudad Lineal” (2010).

Diversos planos de la zona donde aparece la finca desde principios del siglo XX hasta los años 30.

Nos remontamos a principios del siglo XX para conocer las primeras noticias acerca de esta finca tan popular entre los habitantes de la Ciudad Lineal.

Parte del solar en el que se hallaba este edificio, concretamente los lotes E, 6 y 7 de la manzana 93 con superficie de 800 metros cuadrados y fachada a la calle de Fernández Caro nº 4 fue propiedad de don Fulgencio Fernández desde 1901 fecha en la que fue adquirido por este a la Compañía Madrileña de Urbanización.

Años más tarde el solar pasa a nombre de Dolores Lozano, mientras que en otros planos de la Compañía aparece a nombre Rita Lozano, entendemos que se trata de dos personas diferentes aunque no lo podemos confirmar con seguridad.

Por otra parte un solar contiguo de 692 metros cuadrados aproximadamente un lote y medio y con fachada al camino de la cuerda fue adquirido en 1914 por don Eduardo Borrego y Gallego a la Compañía Madrileña de Urbanización por 3.027,50 pesetas.

Lo curioso es que el solar que formaría a partir de mediados de los años 10 la finca El Redil estaba compuesta por la suma de estos dos terrenos anteriormente citados más un solar en forma de cuchillo, el secreto era que Rita Lozano y Eduardo Borrego eran marido y mujer, y aunque no fue hasta los años 20 escriturada como una sola, en realidad funcionaba como si lo fuera.

La casa ya llevaba años construida en el solar de 800 metros cuadrados de la calle Fernández Caro nº 4 y era propiedad de doña Rita Lozano, fue ampliado en 1914 con la aportación de Eduardo Borrego o viceversa.

Sea como fuere la revista La Ciudad Lineal nos deja un maravilloso testimonio en su número 559 publicado el 20 de Julio de 1915 en el que nos relata cómo se vivía en la Ciudad Lineal, en concreto en la finca El Redil, propiedad de don Eduardo Borrego y Gallego, un acaudalado industrial que residía en la Plaza del Progreso de Madrid, donde además poseía un afamado negocio de corsetería.

El edificio elegido era un hotel tipo de la CMU, concretamente el modelo nº 8 publicado desde 1909 en la revista La Ciudad Lineal y que apareció con posterioridad en la publicación “Datos acerca de la Ciudad Lineal” en 1911.

El hotel de tipo burgués tenía un precio aproximado de unas 14.000 pesetas dependiendo la época en la que fuese adquirido, y era una casa muy robusta, con muros de dos pies de espesor y que originalmente estaba decorada en estilo tudor, es cual no fue adoptado por los propietarios.

En realidad el edificio se realizó exactamente al revés de como aparece en las ilustraciones quedando el porche de entrada en el lado izquierdo de la vivienda.

El hotel tipo nº 8 idéntico al que se construyó en la finca El Redil aunque de forma completamente opuesta.

La finca era maravillosa, poseía una preciosa verja de hierro sujeta por machones de ladrillo pintados en blanco, en el centro un gran portalón que se abría a un perfumado vergel con cientos de plantas y flores. Amplios caminos de tierra conducían hasta la casa, resaltaba especialmente los parterres con macizos de rosales y hortensias.

La casa era magnífica, se levantaba en dos alturas y sus muros exteriores habían sido decorados con esgrafiados modernistas que resaltaban en jambas y dinteles de puertas y ventanas.

El acceso a la casa se realizaba a través de un precioso porche construido con madera y que servia de antesala al vestíbulo, de techos muy altos y decorado con sobriedad. Junto a este se encontraba el comedor que estaba decorado con un precioso friso de azulejos estilo andaluz y rematado por una cenefa de papel tan bien realizada que parecía que estuviera pintada al óleo.

En la planta baja ademas se encontraba la cocina con su despensa y salida directa al jardín. En el otro extremo de la casa la habitación del servicio y un retrete.

El piso superior contaba con tres alcobas perfectamente organizadas y con dos huecos de ventana cada una de ellas. Dos de los dormitorios daban a acceso a un balcón con baranda de madera.

Además se realizó en esa planta tambien un amplio cuarto de baño con mucha ventilación.

Un aspecto del interior de la finca El Redil,
puede observarse el exquisito gusto con el que se habían organizado sus paseos.

Las plantas baja y primera del precioso hotel El Redil del sr. Borrego.

El tejado de la casa se había realizado con cubierta de madera y teja plana y resaltaba especialmente una crestería de zinc que culminaba el tejado. El frontispicio sobre la ventana del dormitorio principal se realizó un cartelón en el que se podía leer claramente “El Redil”.

En la parte posterior de la finca, junto a la medianería con la otra parcela se habían construido varios edificios destinados a lavadero, corral, cobertizo y casa de servicio.

Maravillosa imagen tomada desde la calle de Fernández Caro del Redil recién construido.

Entre ellas exista un pasillo que comunicaba con la finca contigua donde tan solo había dos o tres edificios pequeños, el resto del solar se había dedicado a huerta, y aprovechando un claro del terreno se instaló una magnífica cancha de lawn-tennis.

Sin duda alguna el Redil de la familia Borrego era una de las fincas más cuidadas de la zona, la revista la Ciudad Lineal se hace eco en varias ocasiones de la pulcra limpieza con la que se mantiene la calle gracias a ellos y al resto de vecinos.

La cancha del moderno deporte instalada en la finca.

La familia Borrego Lozano a las puertas de la maravillosa residencia de descanso que poseían en la Ciudad Lineal.

No fueron muchos años los que la familia al completo pudo disfrutar de la finca puesto que el 1 de febrero de 1919 falleció don Eduardo Borrego, momento en el que el solar al completo paso a nombre de su viuda Rita Lozano.

No obstante en la finca se siguió utilizando como casa de recreo, construyendo incluso una ampliación en los años 20 en la planta baja para crear más estancias.

Plano de la finca el Redil tal y como se mantuvo desde los años 20 hasta su desaparición.

Finalizada la contienda la finca seguía siendo propiedad de dos de las hijas de don Eduardo, Gloria y María que vivían en la propia parcela. No fue hasta principios de los 50 cuando arrendaron el edificio a un escultor llegado del norte, Jorge Oteiza, que estableció en el edificio su casa taller.

Oteiza pasó algunos años en El Redil, donde preparó uno de sus trabajos más célebres, la estatuaria del Santuario de Aránzazu en Oñate (obra insigne a su vez del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza)

Jorge Oteiza en su casa taller de la Ciudad Lineal junto al boceto de la
estatuaria del santuario de Aránzazu y acompañado de unos amigos.

La intersección de Fernández Caro con la calle de los Misterios en los primeros años 60. A la izquierda aparece la tapia blanca del Redil, a la derecha su vecina Villa Gloria.

Imagen cedida por María Luisa Pino a través de Historias Matritenses.

En ‘Oteiza: su vida, su obra, su pensamiento, su palabra’, de Miguel Pelay Orozco, se recoge, por ejemplo, este testimonio del escultor que reconoce un fortuito hallazgo creativo para la monumental obra del Santuario.

“Me falló un hornito eléctrico que monté en Madrid, 1952, Ciudad Lineal, trifásico, una fase no llegaba nunca. Estos elementos de tres brazos con tres puntos de apoyo para las piezas esmaltadas, se llaman patas de gallo. Aquí comencé a pensar en mi estatuaria para Aránzazu, me fijé en estos elementos y jugué a combinarlos en una serie experimental que me dio en abstracto una Piedad”.

Incluso, en uno de sus poemas, un lúgubre Oteiza llegaría a mencionar también el “pobre olor de tranvía muerto en la ciudad lineal” (escrito así, en minúsculas).

Auspiciado por el empresario Juan Huarte como mecenas, Oteiza acogería además en El Redil a otros artistas, como Javier Álvarez de Eulate, autor asimismo de las vidrieras de Aránzazu, o Ismael Fidalgo.

Jorge Oteiza trabajando en su taller.
(Fundación Museo Jorge Oteiza. Alzuza, Navarra)

Dos bocetos del hotel El Redil realizados
por el pintor Ismael Fidalgo.

Las dos fincas que completaban El Redil rodeadas de nuevas construcciones en los años 60.

En los años 70 el edificio seguía en pie, aunque se aspecto era bastante tétrico ya que el jardín aparecía descuidado y la casa casi no se veía entre la tupida vegetación.

El Redil fue vendido y derribado en el año 1969, poco después surgió en su lugar un edificio de viviendas que borró de un plumazo cualquier recuerdo de él.

Recreación del lugar donde estuvo El Redil con una foto actual.

David Miguel Sánchez Fernández

Autor:
David Miguel Sánchez Fernández.

En este artículo también ha colaborado:
Javier Rodríguez Cabello.

 

Fuentes:

  • Hemeroteca Biblioteca Nacional:
    La Moda elegante (Cádiz). 14-12-1900, página 10.
    La Moda elegante (Cádiz). 14-6-1906, página 17.
    La Ciudad lineal (Madrid. 1897). 30-11-1909, n.º 396.
    La Ciudad lineal (Madrid. 1897). 20-7-1915, n.º 599
    El Imparcial (Madrid. 1867). 2-2-1919, página 5.
  • GeoMadrid.
  • Google Maps
  • Hemeroteca ABC
  • Historias Matritenses
  • www.enkarterrimuseoa.eus